Siempre he pensado que el silencio es una herramienta de comunicación muy potente. Como todas las herramientas, hay que saber hacer un buen uso de ella.

Muchas veces utilizamos el silencio como espacio para la reflexión. Es aquella pausa breve que haces cuando comunicas. Cuando la haces, das importancia a lo que acabas de decir, es como si lo subrayases, al tiempo das un pequeño espacio para la reflexión y la asimilación.

En coaching lo utilizamos mucho cuando lanzamos una pregunta. En este contexto es imprescindible dar este espacio para ir a buscar en tu mente la respuesta y muchas veces la solución.

Mantenerte en silencio cuando escuchas a alguien, no significa mantener la boca cerrada. En este contexto el silencio significa asentir  y/o dar señales que de alguna forma expresan que estamos siguiendo el mensaje o la historia que nos están exponiendo. Muchas veces, cuando decimos que «escuchamos», hacemos todo lo contrario, o le robamos la historia a la persona que la ha iniciado, o bien nos intentamos avanzar al mensaje que nos quiere dar. ¡Horroroso!

El silencio es clave en la escucha activa.

Muchas veces este silencio habla más de lo que creemos. A veces lo que hay detrás es MIEDO. Miedo a confrontar, a decir la verdad, a la reacción de los demás… es como creer que ya se desvanecerá. Incluso nos intentamos convencer de que no hace falta decir nada. Como si el tiempo lo tuviera que diluir o difuminar … y lo que realmente hacemos en estas ocasiones es retrasar la solución, o la respuesta, o el problema. Me atrevería a decir que incluso lo hacemos más grande. Esto sin tener en cuenta el impacto en el otro.

El silencio no sirve para todo ni siempre tiene buenos resultados. 

En este sentido, los que nos dedicamos a la venta de servicios nos encontramos de vez en cuando con este tipo de silencio. Después de preparar una propuesta acaecida de una preocupación o pregunta de un cliente, te desvives para buscar la mejor forma de afrontar aquella situación que preocupa a la persona o a la empresa. Tras dedicar tu valioso tiempo… después de todo esto, a veces viene el silencio como respuesta.

Me pregunto si los que utilizan el silencio al llegar la respuesta, después de haber hecho una pregunta, son conscientes del impacto que tiene actuar de esta forma, tanto en ellos mismos como en la empresa o institución que representan. No sé vosotros, pero en este contexto que acabo de explicar, el silencio lo veo como una falta de respeto y de empatía.

Cuando alguien espera una respuesta, hay que darsela, aunque esta sea para decirle que NO.

Por momentos te puedes sentir despreciado/a, utilizado/a… como si tu tiempo y tu implicación no sirviera para nada. La imagen que te llevas del otro es de dejadez, de poca profesionalidad, poca seriedad, de una persona poco decidida a afrontar con sinceridad y claridad las decisiones que toma… No creo que nadie tenga intención en generar esto que explico, muchas veces quizás no es ni consciente. Y es que nos cuesta mucho confrontar, dar «malas» noticias, decir «NO».

Soy un enamorado del silencio, pero el silencio bien utilizado. Pero claro, en determinadas ocasiones hay que ser valiente para romper este silencio y confrontar, y eso ya cuesta más.

Tus respuestas dicen mucho de ti, pero tus silencios lo dicen todo.

Quiero acabar haciéndote algunas preguntas, pero estate tranquilo/a, estas no hace falta que me las contestes, quiero que te las contestes a ti mismo/a.

¿Qué uso haces del silencio? Teniendo claro que casi nunca las cosas se resuelven solas… ¿Eres de dar respuesta cuando te preguntan? ¿O de romper el silencio para decir NO cuando toca?

Un fuerte abrazo y muchas gracias por estar ahí. Cuídate!

Josep Moulines

Psicólogo del Trabajo y las Organizaciones • Coach • Consultor de RRHH • Formador